A tan sólo 23 kilómetros de la monumental Morella, en la provincia de Castellón, se encuentra Zorita del Maestrazgo, un bonito pueblo enclavado en una colina desde la cual tenemos unas vistas espectaculares de un hermoso valle bañado por el río Bergantes.
A dos kilómetros del pueblo, enclavado en una montaña conocida como la Tossa, se encuentra el Santuario de la Balma, uno de los lugares más mágicos, misteriosos y, a la vez, tétrico de toda la Península.
El acceso al santuario resulta sobrecogedor y lúgubre, sobre todo hasta que llegas a la capilla que se encuentra en el centro de la gruta y donde se venera la imagen de la Virgen de la Balma. Junto a la capilla se encuentra otro habitáculo totalmente estremecedor cuyas paredes están cubiertas por exvotos (objetos que reproducen partes del cuerpo humano, estampas, fotografías…) que personas han ido dejando como signo de agradecimiento por la curación de sus males.
Pero, hablando de males, tenemos que hablar de las personas que venían hasta este templo para sacarse al demonio de dentro del cuerpo. Los familiares les ataban cintas a los dedos de las manos y a los de los pies, y les obligaban a entrar en la ermita y a cantar a la Virgen: “Virgen de la Balma, Por las manos O por los pies; Por la boca no”, ya que si los demonios salían por la boca, los “endemoniados” se quedaban mudos. Se dice que aunque se haya dado algún caso de posesión, la mayoría de las veces, las personas que acudían eran enfermas mentales.
Hoy en día este santuario es un lugar de peregrinaje donde los devotos de la Virgen de la Balma no faltan a su cita el día 8 de septiembre, jornada en la que se congregan miles de fieles para venerarla. Enfermos, “poseídos”, fieles y también curiosos se reúnen en La cruz cubierta, punto de encuentro donde tiene lugar el momento cumbre de la jornada: la lucha entre el bien, encarnado por un niño vestido de ángel, y el mal, encarnado por un hombre mayor disfrazado de demonio. Después de que el ángel consigue desarmar a lucifer, una serie de danzas ancestrales protagonizan la celebración.
Merece la pena acercarse hasta este pequeño rincón de Castellón para participar de este ritual que no dejará indiferente a ningún viajero.